domingo, 3 de mayo de 2009

Tallín, entre lo soviético y lo nórdico


Desde la desmembración del bloque soviético he tenido cierta inquietud por visitar lo que Kapuscinski llamaba: “El Imperio”. Mi primer contacto con el Imperio fue el pasado mes de septiembre cuando decidí viajar a Tallín, la capital de Estonia. Iba con una idea diferente de la ciudad a lo que allí me encontré. Me esperaba una ciudad, aún rígida, hermética y fría de sus años de ocupación, pero me sorprendió encontrar una ciudad que ha logrado conservar tradiciones, historia y todo lo que se veía obligada a ocultar. Estonia se proclamó independiente en 1991, en su mayoría de edad poco queda ya de la ocupación soviética. El centro histórico (patrimonio mundial de la UNESCO) de la ciudad sorprende por la uniformidad de sus tejados, por los colores de sus casas, por las calles empedradas que tanto dificultan al caminar. En los alrededores del casco viejo se levantan rascacielos y se rehabilitan antiguas fábricas abandonadas en estado degradantes. Tallín se extiende en una gran superficie donde se pueden encontrar barrios residenciales al más puro estilo nórdico, como barriadas de bloques soviéticos, cuadrados y grises. Tallín es la ciudad wireless. El gobierno de Estonia lleva más de diez años apostando por “alfabetizar tecnológicamente” a todos sus ciudadanos. Según el parlamento, la conexión a Internet es un derecho de la población. Una ciudad mezcla del más puro modernismo nórdico actual con pinceladas imborrables de la antigua Unión Sovietica. NÄGEMISENI! (en estonio: hasta que nos volvamos a ver).

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